Por Marcela Ayres
BRASILIA, 30 dic (Reuters) – Tras meses de diferencias, las relaciones entre el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el Banco Central de Brasil parecen abocadas a una era de amabilidad y comprensión, que es precisamente lo que preocupa a algunos inversores.
Gabriel Galípolo, de 42 años, tomará las riendas del banco el miércoles. El ex viceministro de Economía se ha ganado una reputación por sus puntos de vista económicos, que a veces se alejan de la defensa del libre mercado de su predecesor, pero que se acercan a los políticos de izquierdas.
Si bien esto debería ayudar a acallar meses de críticas de un presidente exasperado con las altas tasas de interés, puede poner a prueba la nueva independencia formal de la institución, dijeron a Reuters seis de sus antiguos directores.
Galípolo reemplaza al presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto, designado por el expresidente Jair Bolsonaro, en la primera transición desde que una ley de 2021 exigió a los jefes de Estado esperar dos años antes de nombrar a su propio jefe del Banco Central para fomentar la autonomía del organismo.
El traspaso será objeto de escrutinio después de que la frustración con los planes de gasto del Gobierno desencadenó una sacudida del mercado, que elevó la prima de riesgo de Brasil y llevó a su moneda a mínimos históricos.
El Banco Central no accedió a una solicitud de comentarios de Galípolo, que ahora es uno de sus directores de política monetaria.
Galípolo y Campos Neto han restado importancia a sus diferencias y prometieron continuidad en una rueda de prensa conjunta el 19 de diciembre.
En su tercer mandato no consecutivo al frente del país, Lula elogió a Galípolo en un video publicado en las redes sociales el 20 de diciembre, en el que prometía disciplina fiscal y no intervenir en el Banco Central.
Sin embargo, persiste la preocupación sobre un cambio en la política monetaria, que se remonta a una decisión dividida en mayo, cuando Galípolo y otros tres directores nombrados por Lula votaron a favor de un recorte de tasas mayor que la mayoría designada por Bolsonaro. A partir de enero, los elegidos por Lula ocuparán siete de los nueve puestos del comité de fijación de tasas del Banco Central, o Copom.
Las cinco decisiones del Banco Central sobre las tasas de interés desde mayo han sido unánimes, incluida la subida de 100 puntos básicos de diciembre, mayor de lo esperado, que vino acompañada de una sorprendente orientación de subidas previstas de la misma magnitud en enero y marzo de 2025.
A pesar del frente unido y de la retórica de línea dura de Galípolo, que ha prometido independencia de Lula, algunos economistas afirman que el mercado sigue sin estar convencido.
“El forward guidance (la orientación) se emitió precisamente porque hay preocupación”, dijo el exdirector del Banco Central Alexandre Schwartsman, nombrado durante el primer mandato de Lula en 2003. “Es un síntoma, un reconocimiento de que hay serias dudas sobre cómo se comportará (Galípolo), si será realmente independiente o no”.
“Veremos el verdadero resultado después de marzo”, añadió. “Hasta entonces, los fantasmas del pasado Copom se mantendrán”.
LARGA SOMBRA
Uno de esos fantasmas es el de Alexandre Tombini, el último presidente del Banco Central nombrado por el izquierdista Partido de los Trabajadores de Lula. Bajo su mandato, a finales de 2012, el Copom recortó las tasas y las mantuvo en mínimos históricos a pesar de que la inflación se disparó lejos del objetivo oficial.
Muchos economistas criticaron a Tombini por ceder a las presiones de la entonces presidenta Dilma Rousseff para mantener bajos los costos de endeudamiento, lo que agravó los desequilibrios de la economía brasileña y llevó al país a su peor recesión en décadas.
Los aliados de Lula citan en cambio su relación con Henrique Meirelles, a quien encargó la dirección del Banco Central durante sus dos primeros mandatos, de 2003 a 2010, cuando las agresivas políticas monetarias acabaron allanando el camino para un robusto auge económico.
Meirelles dijo a Reuters que confiaba en que Lula respetaría la independencia del Banco Central como había hecho en sus anteriores mandatos.
“Si es bueno para el país, es bueno para el Gobierno. Mientras Lula confíe en esto, es probable que las relaciones sean menos tensas”, dijo Meirelles en una entrevista telefónica, en la que añadió que la mayor preocupación de los inversores es la creciente deuda pública de Brasil.
Según las previsiones del Tesoro brasileño, la deuda bruta del país habrá aumentado 10 puntos porcentuales durante el mandato de Lula, hasta alcanzar el 81,7% del PIB en 2026, una cifra considerada excepcionalmente alta entre los países emergentes.
A menos de dos años de las próximas elecciones, sus colaboradores afirman que Lula se ha mostrado especialmente impaciente por los obstáculos al crecimiento económico, como las elevadas tasas de interés.
Las relaciones con Campos Neto también se agriaron desde el principio después de que el jefe del Banco Central votó en las elecciones de 2022 vistiendo una camiseta de fútbol favorecida por los partidarios de Bolsonaro. Para colmo de males, en junio asistió a una cena en su honor organizada por el gobernador de Sao Paulo, Tarcisio de Freitas, considerado uno de los más firmes rivales de Lula en 2026.
Campos Neto ha afirmado que los funcionarios del Banco Central pueden estar cerca de los actores políticos sin perder su independencia.
Dejando a un lado la historia de Lula con Campos Neto, algunos dicen que su relación personal con Galípolo, a quien ha llamado “regalo” y “chico de oro”, puede haber oscilado demasiado en la otra dirección.
Galípolo se unió a Lula en las reuniones bilaterales con jefes de Estado extranjeros en Río de Janeiro durante una cumbre del Grupo de las 20 principales economías en noviembre y acompañó al ministro de Hacienda, Fernando Haddad, en las reuniones en Washington el mes anterior, el tipo de eventos de los que Campos Neto estuvo notablemente ausente.
Sin embargo, los legisladores de la oposición han elogiado las cualificaciones de Galípolo y una comisión del Senado aprobó por unanimidad su nombramiento.
Con un crecimiento económico en torno al 3,5% en 2024 y una tasa de desempleo en mínimos históricos, la política monetaria restrictiva se ha enfrentado a una reacción pública limitada.
Sin embargo, antiguos funcionarios del Banco Central creen que el verdadero reto para Galípolo llegará cuando el banco tenga que mantener su posición a medida que la economía se enfríe y el desempleo aumente, una cuestión más delicada para un Gobierno de izquierdas.
(Reportaje de Marcela Ayres en Brasilia; Edición en español de Javier López de Lérida)