Centro de salud mental en México atiende violencia extrema contra migrantes

Por Cassandra Garrison y Bernat Parera

CIUDAD DE MÉXICO, 17 ene (Reuters) – Después de cinco días de caminar por la selva del Darién, que se extiende entre Colombia y Panamá, una madre venezolana de unos 30 años creyó que su familia había superado la peor parte de su peligrosa travesía.

Habían sido advertidos de los ladrones y habían oído hablar de otros migrantes que se resbalaban y caían a lo largo de la peligrosa ruta.

Algunos no pudieron continuar y fueron abandonados a su suerte en la selva montañosa. Su esposo y su hija pequeña estaban a su lado mientras viajaban con un grupo que caminaba hacia unos botes que marcan el final del peligroso cruce por la jungla.

De repente, unos 15 hombres armados aparecieron en la selva panameña, los rodearon y separaron a las mujeres del resto del grupo. Les ordenaron que se quitaran la ropa y luego los hombres se turnaron para violarlas, dijo.

Al principio se defendió, pero cuando la golpearon, se dio por vencida.

“Cuando venía el segundo, me fui (…) Sentí que sería mejor desconectar”, dijo la mujer, haciendo una pausa para respirar profundamente.

La madre, que pidió el anonimato, es una de las más de 700 víctimas de violencia extrema que pasan por el Centro de Atención Integral (CAI) de Médicos Sin Fronteras en Ciudad de México y cuentan su historia.

El CAI, uno de los pocos centros de su tipo, ofrece evaluación psicológica y atención a migrantes que han sufrido actos de violencia impensables en sus países de origen o mientras viajaban, incluyendo violaciones, secuestros y torturas.

Los médicos pueden encontrarse con migrantes que necesitan este apoyo en otras partes de las rutas de México y trasladarlos a la capital, donde el personal se esfuerza por atender a los pacientes que necesitan tratamiento desesperadamente.

“Esas afectaciones, en muchos casos, son afectaciones de por vida”, dijo Ramón Márquez, coordinador del CAI.

“Muchas veces estas personas no cuentan con un periodo de seis meses para iniciar un plan terapéutico completo. Estamos ingresando casos en donde la persona tiene la intención de moverse de una manera muy rápida a un punto fronterizo o ha obtenido su cita de asilo en Estados Unidos y tenemos que intentar estabilizar lo máximo posible”, agregó.

TRATAMIENTO NECESARIO

CAI brinda atención médica primaria para tratar las heridas físicas de la violencia y trabaja con hospitales especializados en traumatismos, movilidad y problemas neurológicos. Los familiares también suelen estar incluidos en los planes de tratamiento, especialmente los niños que han sufrido el trauma de presenciar violencia extrema.

Hay pocos datos sobre la violencia contra los inmigrantes ya que rara vez se denuncian los delitos, pero los médicos dicen que han visto un aumento en los últimos años de víctimas que sufren lo que describen como “violencia extrema”, incluyendo violación, secuestro violento y violencia física brutal.

El centro ayuda a los pacientes con alojamiento, comidas, documentos de inmigración y mecanismos de seguridad y protección, sabiendo que será difícil para ellos concentrarse en la terapia si no se satisfacen estas necesidades.

CAI está tratando de desarrollar atención remota e híbrida para permitir que los pacientes continúen el tratamiento incluso después de partir para prepararse para cruzar la frontera o buscar trabajo.

Algunos analistas y defensores temen que las políticas migratorias más duras bajo una nueva presidencia de Donald Trump en Estados Unidos podrían exacerbar la situación, incluso si el número total de personas que realizan el viaje disminuye.

Los migrantes que pasan más tiempo en México mientras intentan llegar a Estados Unidos están expuestos a la violencia expuestos en partes del país dominadas por el crimen organizado.

Un hombre trans de Venezuela que recibe tratamiento psicológico en el CAI aún tiene dolor en la pierna por haber pasado dos días atado de pies y manos en una obra en construcción en Monterrey, una ciudad al norte del país.

Después de responder a un anuncio en internet sobre trabajo en un restaurante, fue secuestrado por personas con las que creía encontrarse para el trabajo.

“El señor muy tranquilamente me dijo: ‘Mira, nosotros no te vamos a dejar muerto, vamos a sacar algunas cosas’. Yo lo que pensaba (es) que me iban a sacar los órganos”, relató, pidiendo el anonimato por temor a represalias. Logró escapar y corrió hasta encontrar un taxi.

“Mi intención era trabajar, no era que me vinieran a matar”, dijo.

IMPOTENCIA

La coalición mexicana de grupos de derechos humanos REDODEM dijo que la intensidad de la violencia contra los migrantes ha empeorado en los últimos años.

“Este tipo de situaciones de violencia nos tiene bastante preocupados porque se ha incrementado muchísimo”, dijo Sara López, jefa de datos de REDODEM. “Muchísimas personas están ingresando con rastros de violencia en sus cuerpos, con rasgos de violencia visible (…) particularmente en caras, brazos, cuello. Es muy impactante”.

El aumento de casos está relacionado con la presencia de más mujeres y niños a lo largo de las rutas migratorias, ya que a menudo son más vulnerables a la violencia extrema, especialmente si viajan solos, según Márquez.

Los datos de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos muestran que los encuentros con migrantes que viajan dentro de una unidad familiar en la frontera sur en el año fiscal 2024 aumentaron un 73% en comparación con el año anterior.

“Eso nos pone en una situación nueva y una complejidad en donde muchas veces la propia madre es la paciente, pero al mismo tiempo es la cuidadora y es la que debe de proveer de alimentos, de recursos económicos y de un espacio seguro”, dijo Márquez.

La madre venezolana que sufrió violencia sexual en el Tapón del Darién aún intenta controlar sus ataques de pánico. “Intenté por mucho tiempo meterme en mi cabeza de que no me pasaba”.

Ella expresó que no sabe si alguna vez podrá tener una conversación con su esposo sobre el incidente, a pesar de que ambos saben lo que sucedió ese día. “Yo sé que sentía impotencia, que no podía hacer nada”.

(Reporte de Cassandra Garrison y Bernat Parera. Editado en español por Ana Isabel Martínez)

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