Por Margaryta Chornokondratenko y Anastasiia Malenko
KIEV, 20 feb (Reuters) – Cuando sonó la sirena antiaérea por la amenaza de un misil balístico en Kiev, decenas de niños de ocho años bajaron al sótano de su escuela primaria con lápices y libros de texto para continuar las clases.
En unos instantes, el refugio antiaéreo estaba abarrotado, mientras un grupo de niños practicaba la escritura cursiva, otro leía y empezaba una clase de baile en medio de la sala.
“La guerra les ha hecho madurar”, dijo Liudmyla Yaroslavtseva, una profesora en el Liceo de Arte “Zmina” de Kiev, que recuerda cómo los niños solían llorar e incluso asustarse cuando sonaba la sirena el primer año de la guerra.
Tres años después de que Rusia lanzara su invasión a gran escala el 24 de febrero de 2022, esa madurez ha tenido un coste, ya que los niños han aprendido a vivir con una mayor ansiedad y las autoridades observan un aumento de los menores que solicitan asistencia de salud mental.
Algunos temen que estas cicatrices emocionales puedan permanecer, incluso si los combates paran pronto, en un momento en que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está presionando para lograr una paz rápida en la guerra con Rusia.
Más de 50.000 niños buscaron ayuda profesional por problemas de salud mental en los nueve primeros meses de 2024, tres veces más que en 2023, según datos facilitados a Reuters por el Ministerio de Educación y Ciencia de Ucrania.
Mientras que el reto de garantizar una educación segura definió los primeros meses de la guerra, las demandas de apoyo psicológico para profesores y estudiantes comenzaron a aumentar en 2023, dijo el ministerio en un comunicado.
“Los niños en la escuela primaria, especialmente en tiempos de guerra, a menudo experimentan traumas psicológicos debido a la situación inestable, los ataques aéreos, la pérdida de seres queridos o de su lugar de residencia”, dijo.
En estas circunstancias, los niños pueden desarrollar ansiedad y problemas de comportamiento, lo que hace más urgente identificar las necesidades psicológicas y darles apoyo, añadió.
TANQUES, AVIONES Y BOMBAS
Valentyna Maruniak, de 56 años, profesora de arte en una escuela de Kiev, ha seguido la evolución del estado emocional de sus alumnos en sus obras desde 2022.
“Antes pintaban sobre todo tanques, aviones y bombardeos. Ahora pintan el sol, arco iris, flores, algo bonito… Quieren la victoria, la alegría, la primavera y la calma”, explica.
Cuando Maruniak pidió a su clase que dibujara los momentos más memorables de la invasión, que ha abarcado un tercio de sus vidas, algunos representaron concursos de canto o nuevas mascotas.
Pero otros dibujaron recuerdos añorados de tiempos de paz, tanques o seres queridos en guerra, durante una clase a la que asistió Reuters a principios de este mes.
Solomiia Karanda, de 8 años, pintó un paisaje que echaba de menos: un avión sobre un pueblo del sur de Ucrania donde solía visitar a su abuela, que huyó debido a la guerra.
“Un misil alcanzó una casa cercana a la de mi abuela, pero ahora la están reconstruyendo”, explica Karanda.
“Ella se asustó y se fue a vivir a Rumanía.”
Después de tres años, la niña de ocho años todavía se pone nerviosa cuando está sola en casa durante las alertas aéreas, dice.
“Suelo cerrar la puerta de mi habitación y meterme en la cama con mis juguetes. Así me da menos miedo”.
Su compañera Nikita Bondarenko, de 8 años, ha aprendido a acurrucarse contra la pared más gruesa del apartamento con su hermana pequeña.
“Le digo: Masha, están volando misiles y bombas y la cubro con mantas y almohadas”, explica mientras dibuja un tanque inspirado en las historias de su padre, que sirve en las fuerzas armadas.
NIÑOS CERCA DEL FRENTE
Mientras que los niños de Kiev tienen que lidiar con las interrupciones debidas a las alertas aéreas, los más cercanos al frente a menudo no pueden ir a la escuela debido a los problemas de seguridad, lo que significa que rara vez ven a sus compañeros en persona.
“Se trata de un enorme problema que nos aguarda el futuro, porque esta generación de niños no ha tenido interacciones en el mundo real, es decir, comunicación, socialización, adaptación a la rutina, durante cuatro años”, afirma Katerina Timakina, de 32 años, fundadora de Sane Ukraine, que organiza cursos de formación para apoyar psicológicamente a los profesores. La guerra siguió a la pandemia de COVID.
Timakina añadió: “Estamos en una coyuntura, nos enfrentamos al trastorno postraumático y al crecimiento postraumático”.
Según los expertos, los profesores, los psicólogos y los niños están acostumbrados a vivir en un estado de agotamiento crónico sin un final claro a la vista.
El Ministerio de Sanidad estimó que más del 90% de los ucranianos padecían al menos uno de los síntomas del trastorno de estrés postraumático en 2022.
En 2023, afirmó que hasta 4 millones de niños podrían necesitar ayuda psicológica para superar el trauma de la invasión.
Yaroslavtseva, profesora en Kiev, intenta infundir calma y una actitud positiva, ya que sabe lo sensibles que son los niños.
Pero se le saltan las lágrimas al pensar en su madre y su marido, que permanecen en territorios ocupados por Rusia y afirma que el “ritmo loco” que llevan sus alumnos de ocho años la ayuda a seguir adelante.
“Tres años es demasiado”.
(Información de Anastasiia Malenko; edición de Tom Balmforth y Alexandra Hudson; edición en español de María Bayarri Cárdenas)