Por Tim Cocks
FATENG TSE NTSHO, Sudáfrica, 10 feb (Reuters) – El municipio de Fateng Tse Ntsho alberga a unos 7.000 sudafricanos negros, y su tejados de chapa ondulada están rodeados por todas partes de vastas extensiones de praderas, en su mayoría vacías, propiedad de prósperos agricultores blancos.
El contraste ilustra las enormes desigualdades en materia de tierras que persisten más de tres décadas después del fin del dominio de la minoría blanca, y que una ley de expropiación firmada el mes pasado por el presidente Cyril Ramaphosa pretende corregir en parte.
Esta ley, que permite al Gobierno expropiar tierras -en contadas ocasiones sin indemnización-, ha reavivado las tensiones raciales que han perseguido al extremo sur de África desde que los colonos europeos comenzaron a llegar hace casi cuatro siglos.
Para los propietarios, se trata de un asalto a los derechos de propiedad, una opinión compartida por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien la semana pasada afirmó erróneamente que ya se habían confiscado tierras cuando amenazó con recortar la ayuda a Sudáfrica. El sábado, la Casa Blanca llegó a ofrecer a los granjeros blancos el reasentamiento en Estados Unidos y “ayuda humanitaria”.
El portavoz del Departamento de Asuntos Internacionales de Sudáfrica, Chrispin Phiri, afirmó que era falso que la ley permitiera “la incautación o confiscación de tierras”.
“Esta tergiversación alimenta temores injustificados (…) de que los sudafricanos blancos (…) están en el punto de mira”, afirmó.
Las extensiones de tierra de propiedad blanca en la provincia de Free State, salpicadas de pequeños asentamientos negros como Fateng, ilustran por qué los defensores de la ley la consideran necesaria.
El concejal de Fateng, Malefetsani Mokoena, de 51 años, se pasa el día mediando en las disputas entre los terratenientes y los campesinos negros que viven entre ellos. Alto y enjuto, suele vestir el uniforme rojo de su partido, el Economic Freedom Fighters (EFF), que quiere nacionalizar las minas de oro y platino del país y confiscar tierras a los granjeros blancos.
“A veces los granjeros blancos no confían en mí”, dijo a Reuters en la oficina municipal de ladrillo de tres habitaciones del municipio. “Pero cuando nos sentamos a negociar, podemos solucionar las cosas”.
Un granjero blanco entrevistado por Reuters, Danie Bruwer, confirmó que él y Mokoena mantenían buenas relaciones.
Las granjas de los alrededores de Fateng, en su mayoría propiedad de blancos, forman parte de los casi 26 millones de hectáreas -aproximadamente tres cuartas partes de las tierras de propiedad privada- que siguen en manos de blancos, que constituyen el 8% de la población. Solo el 4% de las tierras privadas son propiedad de negros, que constituyen casi el 80% de los 60 millones de habitantes de Sudáfrica.
EL INICIO DE UN VIAJE
Para muchos negros, las disputas reflejan el legado de desigualdad que dejaron las épocas colonial y del apartheid, cuando fueron desposeídos de sus tierras y se les negaron los derechos de propiedad.
En 1913, una Ley de Tierras Nativas concedió la mayor parte de las tierras agrícolas a los blancos, en su mayoría afrikáners de ascendencia neerlandesa, dejando solo el 13% a los negros. Más tarde, en 1950, el Partido Nacional Afrikáner aprobó una ley que expulsó a 3,5 millones de negros de sus tierras ancestrales.
Treinta años de Gobierno del Congreso Nacional Africano (CNA) han creado una clase de empresarios negros superricos, pero han hecho poco por la mayoría pobre.
“La idea (detrás de la ley) es que nuestra libertad no fue completa en 1994 porque la promesa de (…) emancipación económica no se cumplió”, dijo el experto legal Tembeka Ngcukaitobi.
“La ley suscita el temor de que abra el camino al acaparamiento de tierras”, agregó, y añadió que a los agricultores les preocupa que se abuse de las directrices de la normativa.
(Reportaje adicional de Catherine Schenck en Johannesburgo; Reporte de Tim Cocks, Editado en español por Daniela Desantis)