La oscura y peligrosa sombra del acoso se cierne sobre el crecimiento del deporte femenino

Por Lori Ewing

MANCHESTER, Inglaterra, 7 mar (Reuters) – Emma Raducanu describió cómo fue incapaz de ver la pelota entre lágrimas tras detectar a un acosador en un partido el mes pasado, y la imagen de la tenista británica refugiándose tras la silla del árbitro resumió el lado más oscuro del deporte femenino.

En vísperas del Día Internacional de la Mujer, el deporte femenino celebra una mayor participación y un aumento sin precedentes de su popularidad, pero el auge de la exposición en las redes sociales y la mayor visibilidad han hecho que las deportistas sean más vulnerables que nunca, según expertos.

“La gente quiere hacerse fotos, acercarse a las deportistas y ponerles la mano encima. Con las estrellas del deporte la dinámica es diferente”, explica a Reuters Marcella Leonard, consultora en protección. “Existe la expectativa de que deben ser amables con el público, de que deben permitir que el público les toque, de que deben permitir que les saquen fotos”.

“Eso da permiso a un acosador para hacer lo que quiera y es un asunto realmente grave”, agregó.

Aunque una de cada cinco mujeres en el Reino Unido sufrirá acoso en algún momento de su vida, no existen estudios científicos sobre el acoso a las deportistas, dijo la psicóloga forense canadiense Sarah Coupland en una entrevista con Reuters.

Sin embargo, entre el 35% y el 75% de las personas públicas, como políticos y presentadores de televisión, sufren acoso, añadió.

Raducanu, de 22 años, aún no había nacido cuando Monica Seles, número uno del mundo, fue apuñalada por la espalda por un aficionado en 1993, en un ataque en la cancha que puso de relieve el riesgo de acoso.

MÚLTIPLES INCIDENTES DE ACOSO

A pesar de ser un delito poco denunciado, desde entonces se han producido innumerables casos de acoso, varios de ellos en los últimos meses.

El mes pasado, Michael Lewis fue detenido por un delito grave de acoso después de que enviara repetidamente amenazas y mensajes sexualmente violentos a la basquetbolista estadounidense de las Indiana Fever, Caitlin Clark. El hombre, de 55 años, dijo a Clark que había estado dando vueltas por su casa “tres veces al día”.

En diciembre, Robert Cole Parmalee, de 40 años, se declaró culpable de cargos de acoso a Paige Bueckers, jugadora de baloncesto de la Universidad de Connecticut. Parmalee había publicado en redes sociales que viajaba a Connecticut para declarársele a la jugadora y conseguir que la expulsaran de la universidad.

En febrero, la campeona olímpica de 200 metros Gabby Thomas publicó en TikTok sus aterradoras experiencias con un grupo de hombres que la habían acosado en varios aeropuertos. Las gimnastas olímpicas Simone Biles y Sunisa Lee y la tenista Coco Gauff fueron algunas de las atletas que respondieron a su publicación, diciendo que habían tenido experiencias similares mientras viajaban.

Las redes sociales dan a las deportistas más visibilidad que nunca, lo cual es un arma de doble filo, ya que abre la posibilidad de que los seguidores desarrollen “relaciones parasociales”, afirma Coupland.

“Una persona consume un medio de comunicación y empieza a establecer una relación unidireccional”, explica. “El aficionado considera que la relación es mutua, aunque el deportista no tenga forma de saber que esa persona está allí”.

EXPUESTAS POR LAS MARCAS

Dado que los deportistas con grandes seguidores pueden amplificar las marcas, los contratos de patrocinio deportivo suelen exigir a los atletas que publiquen en sus plataformas de redes sociales.

Stephanie Hilborne, directora ejecutiva de la organización humanitaria británica Women in Sport, dijo que los patrocinadores y las organizaciones deportivas deben dejar de presionar a las atletas.

“Está muy mal. Debería ser al revés. Se debería proteger más a las deportistas y aconsejarles que expongan menos su vida personal”, dijo a Reuters.

“Es casi como si, como parte del mecanismo para corregir los errores del pasado, en el que no se invirtió ni se patrocinó el deporte femenino, se esperara que las mujeres se expusieran a un riesgo adicional. No podría ser más erróneo, ¿verdad?”.

(Reporte de Lori Ewing; Edición de Sharon Singleton; Editado en español por Daniela Desantis)

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