Por Pierre Briancon
BERLÍN, 10 sep (Reuters Breakingviews) -El Banco Central Europeo se siente desafiado en su papel de arquitecto de la política monetaria de la zona euro. La amenaza de las “stablecoins” o criptomonedas estables basadas en el dólar estadounidense y el descenso del uso del efectivo han llevado a los responsables de los tipos a acelerar los planes para un “euro digital”, una nueva forma de dinero del banco central que estaría a disposición del público. El éxito podría hacer que millones de europeos utilizaran un monedero en línea del BCE para sus pagos diarios. Deutsche Bank , BNP Paribas y otros bancos temen que pueda acabar con sus depósitos. Es un riesgo que merece la pena correr: un euro digital justifica presionar a unos cuantos banqueros reticentes.
La reciente aprobación de la llamada Ley Genius en Estados Unidos ha concentrado la atención en la sede del BCE en Fráncfort. La ley regula la emisión y el uso de “stablecoins” denominadas en dólares, una forma de criptodivisa que utiliza activos seguros como los bonos del Tesoro para mantener una vinculación con el billete verde. Un régimen de supervisión estable despeja el camino para un crecimiento más rápido de criptomonedas como USDT, de Tether, y USDC, de Circle . Actualmente hay 280.000 millones de dólares en “stablecoins” en circulación. Esta cifra podría ascender a 2 billones de dólares en 2028, y el 99% de las criptomonedas estables están denominadas en dólares estadounidenses, según ha señalado un economista del BCE.
El riesgo, desde el punto de vista de Fráncfort, es que los consumidores y las empresas europeas se aficionen a estas formas de dinero rápidas y sin comisiones, llevando el billete verde a las costas del continente. Esto podría hacer que el BCE perdiera el control sobre la moneda, erosionando la soberanía monetaria del bloque.
Mientras tanto, el declive gradual de las monedas y billetes anticuados es otro reto para la misión fundamental del BCE. La institución ha funcionado durante décadas con un sistema de dos niveles, en el que el dinero del banco central —como el efectivo físico y las reservas en manos de bancos comerciales— coexiste con el dinero privado, como los euros depositados en una cuenta bancaria.
El economista jefe del BCE, Philip Lane, ha observado que los billetes y monedas desempeñan un papel clave en el mantenimiento de la confianza en los depósitos bancarios, que pueden retirarse a la vista en forma de algo con el sello de aprobación de Fráncfort. El declive del efectivo físico —el efectivo pasó del 54% del valor de las transacciones en 2019 al 39% el año pasado— añade así otro riesgo monetario, al cortar el vínculo más visible entre los euros emitidos por particulares y el banco central.
Un euro digital atajaría esos dos grandes riesgos. También evitaría los escollos de las “stablecoins”. El Banco de Pagos Internacionales afirma en un informe que no cumplen las tres características de una verdadera moneda. No pasan la prueba de la “unicidad del dinero”, ya que una unidad de USDT no está garantizada por activos subyacentes como los bonos del Tesoro, cuyo valor fluctúa. Tampoco superan el criterio de “elasticidad”: los emisores de “stablecoins”, a diferencia de los bancos, no pueden ampliar sus balances a voluntad. Por último, suspenden en “integridad” debido a su uso delictivo.
Sin embargo, la estabilidad financiera y la soberanía monetaria no son argumentos de venta para los 350 millones de ciudadanos del bloque. Por ello, los responsables del BCE insisten en la creación de un sistema europeo de pagos seguro, instantáneo y gratuito. Los bancos entran así en la ecuación. El proyecto debe equilibrar su atractivo para el público con su impacto en los actores ya existentes. Y hasta ahora, el BCE se ha mostrado demasiado dispuesto a escuchar los argumentos de los banqueros.
Ya ha decidido que las cuentas digitales en euros no devengarán intereses, lo cual es razonable si se aplica la analogía con el efectivo. Pero también ha declarado que habría un límite a la cantidad de moneda digital que los particulares podrían tener en un momento dado: la cifra de 3.000 euros fue mencionada por el exmiembro del Comité Ejecutivo del BCE Fabio Panetta. Algunos bancos franceses han presionado para que se establezca un límite ridículamente bajo de 100 euros.
Esto plantea dos cuestiones. La primera es si los euros digitales deben estar vinculados a una cuenta bancaria. No hay ninguna razón lógica para ello. Si el BCE crea un monedero electrónico individual, accesible fuera de línea y que funcione en todos los sistemas de pago nacionales, no hay razón para que Société Générale , CaixaBank u otros tengan que controlar su uso. Así las cosas, el proyecto del BCE creará una conexión entre una cuenta bancaria y el monedero digital en euros de su titular, permitiendo flujos de ida y vuelta en función de las necesidades del consumidor.
La segunda cuestión es si el límite propuesto es suficientemente alto y cuál podría ser la fuga de depósitos bancarios. El BCE no ha publicado estimaciones, pero un informe de la Cámara de los Lores del Reino Unido sobre una “libra digital”, por ejemplo, ha mencionado un límite mucho más alto, de 10.000 a 20.000 libras, que podría haber llevado a los bancos a perder alrededor del 20% de los depósitos. Si estas estimaciones son exactas, el límite máximo contemplado en la zona euro crearía una fuga mucho menor en la base de depósitos.
Lo que más temen los bancos de la zona del euro, donde no remuneran la mayoría de los depósitos pero cobran comisiones a muchos titulares de cuentas, es que los consumidores huyan hacia un sistema de pagos transfronterizos sencillo y gratuito gestionado por el banco central. Es un temor válido, pero la alternativa puede no ser mejor: un euro digital con un techo bajo tiene menos probabilidades de atraer a los usuarios, que podrían utilizar en su lugar “stablecoins” estadounidenses. Socavar el proyecto autóctono solo hace que ese escenario sea más probable.
El BCE está en vías de dar luz verde a su diseño a finales de año, tras lo cual corresponderá al Parlamento Europeo y a los Gobiernos de la zona del euro proporcionar el marco jurídico y normativo. La mejor opción sería desconectar el euro digital de las cuentas bancarias. Si ese barco ya ha zarpado, al menos sería posible duplicar el límite de tenencia hasta, por ejemplo, el doble del salario medio mensual europeo, o 6.000 euros. Otra opción es dejar que los ciudadanos tengan todo lo que quieran. Un sistema escalonado podría entonces aplicar una especie de tipo de interés negativo a partir de cierto nivel, para evitar una fuga masiva de depósitos bancarios.
Un lanzamiento chapucero del euro digital comprometería el control de la política monetaria por parte del BCE y aplazaría la modernización de los sistemas de pagos europeos. El banco central debe hacer ampliamente atractivo su proyecto de efectivo electrónico, aun a costa de perjudicar a algunos bancos.
Puede seguir a Pierre Briancon en Bluesky y LinkedIn.
(Editado por Liam Proud; Producción de Streisand Neto; editado en español por Tomás Cobos)